Soñé con Iris

 

Los sueños atraviesan nuestras noches de manera silenciosa, como una pantera al acecho y aprovechan cualquier pequeño descuido para encontrarnos desarmados y lanzar mensajes embotellados que la mayoría de las ocasiones no somos capaces de descifrar. Su estela permanece durante pocos minutos, la mayoría de las veces. A lo sumo, unas pocas horas.

Este relato cruzó el umbral de la fantasía hace dos semanas. Tal vez no pueda explicar su significado ni vislumbrar más allá de él. Quizá sólo haya sido utilizado como un enlace para transmitirlo a otras personas.

Nunca vi a Iris . Jamás hablé con ella. No la conocí. Al menos en esta dimensión que hoy habitamos.

Sí lo he podido hacer a través del enigmático universo de los sueños. Un sueño en color.

Una persona me une a ella. Su padre, Juan.

 

En una noche estrellada , entre un paisaje de montañas y menhires, nos hallábamos Juan, yo y muchas personas más. No acierto a reconocer a nadie más entre aquellas gentes, sólo puedo decir que estábamos todos juntos. No recuerdo qué hacíamos, acaso esperar. Un resplandor intenso y áureo brotó de entre el paisaje e Iris surgió de él. Su imagen sí era en blanco y negro. Su cabellera era rizada y descendía por debajo de sus hombros. Su rostro reflejaba serenidad y quietud. No así el de su padre, que palidecía ante tal visión.

Nos acercábamos a Iris, que permanecía inamovible. Todo eran interrogantes. Toda la gente quería saber. No recuerdo qué le preguntábamos, sólo que ella respondía a todos.

Sólo han perseverado en mí unas palabras pronunciadas por ella con firmeza y suavidad al mismo tiempo:

No sufráis por mí. Allí estoy perfectamente. No lloréis.

 

Esto es todo lo que ha custodiado mi memoria de aquellas imágenes.

A través de los sueños, quizá, somos capaces de comunicarnos.

Cuando ya no existen ni el espacio ni el tiempo.

Josep

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